Cronos

Una alcoba
en el piso alto
de una casona de campo.
La veo, quizá a través
de un sueño,
o de una visión rara
que dibuja mi mente.
La penumbra del atardecer
se proyecta sin apuro
por cristales de enormes
ventanas grises,
y se deposita silenciosamente
sobre los antiguos muebles,
que los recuerdos y el polvo
fueron gastando;
una silla tapizada,
un ropero muy alto,
una araña de luces
que ya no alumbra,
y en el centro
la cama, de madera tallada,
y la colcha roja,
prolijamente tendida.
Oh, Dios,
dónde estarán los amantes
que alguna vez habitaron
la vieja alcoba.

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